sábado, 13 de agosto de 2011

Día 3. Uno que es un placer culposo

Tokio ya no nos quiere, de Ray Loriga



Después de mucho cavilar sobre cuál sería un placer culposo literario, me acordé de este librito entretenido y lleno de frases certeras que me recomendó un profesor bastante posmodernista en medio de un mar de elogios. Eran los tiempos de la universidad y de las grandes y fugaces fascinaciones y este profesor en particular tenía todo un halo de intelectual malpensante que generaba admiración y hasta fe ciega en algunos. Por más pintoresco que me resulte ahora como personaje, nunca renegaré de su influencia porque por él aprendí a ser rigurosa en la escritura y a interesarme por temas y autores poco conocidos y muy polémicos que me ayudaron a formar una mentalidad crítica y a reforzar esa actitud de no tragar entero con la que venía desde antes.


Pero en fin, se supone que debería estar hablando del libro, o de lo que aún queda de él en mi memoria atiborrada. Es un libro que se lee con facilidad, que no recurre a giros complicados y que nos sitúa en un mundo bastante agradable en apariencia, un mundo sin sida donde la gente copula en cada esquina, en cada garaje, con cada ser que se le antoja. Un mundo sin moral pero que sin embargo no ha logrado suprimir el amor y entonces, para evitar sus complicaciones, tiene vendedores de una droga mágica que elimina los recuerdos, con consecuencias bastante parecidas a las que ya nos mostró "Eternal sunshine of a spotless mind". ¿Quién habrá copiado a quién? Quizá ninguno, tal vez es sólo una fantasía que ronda a la humanidad desde hace mucho y ha empezado a tomar forma en distintos cerebros, en ese fenómeno extraño que hace que ideas similares empiecen a materializarse casi al mismo tiempo en distintos lugares del mundo.

Algunas frases para el recuerdo -¿o el olvido?



  • "Desde que los periódicos dicen que el mundo se acaba, siento que las canciones son más cortas y los días más largos".
  • "Los días son a veces tan tristes que sencillamente no merecen la pena. No merece la pena correr, ni esperar, ni vigilar. Días tan tristes que no merecen ni un esfuerzo, ni el más pequeño movimiento. Los días así hay que dejarlos correr, como los trenes nocturnos."
  • "Sólo después de olvidar eres completamente inocente y por eso mismo, definitivamente culpable."
  • "No estoy dispuesto a cargar con los años que no recuerdo."

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¿Cómo no iba a gustarme un libro así, obsesionada como he estado siempre por la memoria y el olvido?

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