viernes, 26 de agosto de 2011

Día 14. Uno que haya odiado hace años y hoy admiro

Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez



Este fue otro punto difícil del reto. Tuve que hurgar por días en mi cabeza y el único libro que se me ocurrió, aunque no se ajusta del todo a la descripción de la categoría, fue Cien años de soledad. No fue nunca un libro que rechacé o que desprecié, pero sí uno con el que tuve problemas para conectarme… Recuerdo que la primera vez que leí un fragmento (en un libro de texto de la clase de español, en el colegio) no me gustó nada y encontré absurdo que la gente tuviera que ponerle a las cosas un letrero con su nombre para no olvidarlas. Paradójicamente, cuando al fin leí el libro completo, ese fue uno de los apartados que más me gustó. Habían pasado los años y, con el tiempo y la formación en la universidad, comencé a comprender la importancia que tiene el lenguaje para conocer, percibir y aun construir la realidad. Releyendo algunos fragmentos para hacer esta mínima reseña, caigo en cuenta de que, una vez más, se trata de un libro que tiene que ver con la memoria y el olvido.

Este reto me ha mostrado que esos temas son más que recurrentes en mi vida y pone de manifiesto que no es en absoluto gratuito que me encuentre en Argentina –el país que siempre quise conocer- haciendo una maestría en historia y memoria. Ha resultado más eficaz que un psicoanálisis para descubrir tendencias que han estado ahí desde hace mucho, marcando los caminos que sigo.

He aquí una prueba de mi obsesión, la más citada de todas:

«(...) la india les explicó que lo más temible de la enfermedad del insomnio no era la imposibilidad de dormir, pues el cuerpo no sentía cansancio alguno, sino su inexorable evolución hacia una manifestación más crítica: el olvido. Quería decir que cuando el enfermo se acostumbraba a su estado de vigilia, empezaban a borrarse de su memoria los recuerdos de la infancia, luego el nombre y la noción de las cosas, y por último la identidad de las personas y aun la conciencia del propio ser, hasta hundirse en una especie de idiotez sin pasado»
   

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