viernes, 16 de septiembre de 2011

Día 29. Uno que me haya robado

Noches lúgubres, de José Cadalso


Antes que nada, alegaré en mi defensa que se trató de un robo inducido y confesaré, con algo de vergüenza, que nunca pasé de hojear y leer unas pocas páginas de ese libro que sé que habita ahora entre mis cajas y que he cargado conmigo, inconcluso, desde hace años. Excepto a este viaje, al que no vine con ningún libro. Los límites en el peso permitido para el equipaje me lo impidieron hasta con el mismísimo Cortázar.

Digo que fue un robo inducido porque se trata de un libro que alguien se empeñó en prestarme y que después, cuando intentaba devolvérselo, no quiso recibirme. Siempre me preguntaba si ya lo había acabado de leer y yo siempre le decía que no, pero que me avergonzaba llevar tanto tiempo con él. Me decía entonces que no importaba, que me tomara mi tiempo, que no había prisa; pero al fin sucedió que nunca más nos volvimos a ver y me quedé con el libro y la vergüenza. 

Tanta insistencia en que yo tuviera ese texto es tal vez la mejor parte de la historia. Resulta que he sido siempre un ser más bien apático, que huye de las fiestas y el jolgorio, que no baila por arrtimia y por principio. En mis tiempos universitarios me percaté con asombro de que no era la única persona con semejante carácter, así que para un 31 de octubre decidí organizar una anti-fiesta, una reunión sin música para bailar, sin mucha luz y cuentos de terror en voz alta. Los disfraces eran opcionales y la tarjeta de invitación -porque era un evento de lo más excluyente- solicitaba a sus portadores que procuraran no estar muy felices esa noche. La no-fiesta tenía nombre: Noche lúgubre, así que era el singular del libro de Cadalso y cuando mi amigo lo vio pensó que era algo que yo, artífice de tan memorable velada, debía leer.

Por ahí en alguna cajita de las muchas que yacen en Medellín conservo una de las tarjetas de invitación, impresa en papel fino... Es una lástima estar tan lejos y no poder compartirles una foto.

2 comentarios:

  1. Debo empezar por aquí: ¿cómo que no baila? ¿ni siquiera con dos guaros encima, como algunos arrítmicos intermitentes entre los que me incluyo? ¿en serio?

    Bueno, ya debe tener bastantes reclamos allá en ARG.

    Pasando a otros temas ¿de qué trata el libro inconcluso este?. Y para finalizar, me gustó la idea de la anti- fiesta, fiel a mi personalidad neo-ermitaña creo que hubiese aceptado semejante invitación tan exclusiva, de haberla recibido, sobre todo porque no se mencionó que el licor debiera estar ausente.

    Me encantó eso de 'no estar muy felices esa noche', ja ja ja.

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  2. Es en serio: No bailo, no me gusta. Por ahí un par de veces me he encontrado con música que logra ponerme a vibrar y me he movido feliz, sin que sepa muy bien si eso es un baile, pero nunca acepto invitaciones a bailar ni voy a lugares donde esa sea el atractivo principal. Y el trago poco me cambia.

    Es una de las cosas que más me han reclamado en la vida y ha sido un desgaste de años y años que mis amigos entiendan y respeten que yo disfruto de otras cosas más tranquilas... Acá he tenido que volver a dar explicaciones y es de las cosas que más me hacen extrañar mi ciudad y el lugar que había conseguido hacerme allá, donde eso ya no sorprendía ni molestaba a nadie.

    El libro es sobre un tipo que quiere desenterrar el cadáver de su amada en complicidad con el sepulturero del cementerio, pero nunca lo logra, porque cada vez pasa algo trágico que se lo impide. Eso en líneas más que generales, porque como comfesé en la entrada, jamás lo terminé de leer.

    La Noche Lúgubre tuvo licor, música y literatura y la pasamos bien, sin alegría desbordante pero contentos de haber tenido un espacio alternativo a la algarabía del mundo.

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