viernes, 16 de septiembre de 2011

Día 28. Uno que me haya asustado

Nunca más, de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas -Argentina-

La realidad es más aterradora que la ficción, sobre todo por eso, porque es verdad. Una historia ficticia, una película, tienen siempre la garantía de que van a acabarse, de que son obra de la imaginación (a veces retorcida) de alguien, pero todo es falso y pasa sin nefastas consecuencias.

Este libro me asusta tanto que no he sido siquiera capaz de leerlo; lo tengo en pdf y he intentado comprarlo (hasta ahora sin éxito) pero sé demasiado bien de qué se trata porque llevo meses oyendo hablar de él y he leído fragmentos e historias sobre las historias que allí se cuentan y que son terribles. Son relatos de sobrevivientes de los campos de detención, tortura y exterminio que funcionaron en montones de lugares de Argentina y cuyo saldo oficial y mil veces repetido cuenta 30.000 desaparecidos.


Tal vez un miedo igual -o peor, por tratarse de situaciones que sucedieron en mi país- me causaría leer completo el libro Mi confesión, de Carlos Castaño, más que por la descripción de las cruentas acciones que cometió y ordenó, por la frialdad perversa con que las narra y las justificaciones morales y de salvaguardia que alega, bastante parecidas a las enarboladas por todos los militares que se tomaron el poder en latinoamérica y la dejaron llena de sangre y vacía de muchas vidas.


Me da miedo encontrarme tan de frente con eso que sé desde hace tiempo, con lo que he vivido desde niña, con esa faceta violenta desmedida del ser humano, con ese total desprecio por las vidas de quienes quieren cosas diferentes. Pero mi ciudad, mi país, los caminos que he decidido tomar, no me permiten evadirla y sigo en el intento de entender y de inventarme con otros maneras de hacer otra cosa con la rabia y la ambición, con esa energía tanática que todos tenemos pero que no sirve solamente para aniquilar. O al menos eso me empeño en creer. 

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