lunes, 19 de agosto de 2013

El que no sabe es como el que no ve

Irme lejos de casa a hacer una Maestría en Historia y Memoria provocó, entre otras muchas cosas, que empezara a preguntarme en serio por el conflicto armado en el país. Tuve que viajar no sé cuántos kilómetros para darme cuenta de lo poco que sabía, de que a pesar de ser supuestamente una persona sensible, educada, curiosa y crítica de mi propia realidad, no conocía mayor cosa acerca de la historia de una guerra que siempre había estado ahí, en forma de bombas y balaceras, de masacres paramilitares, retenes y una toma guerrillera en el pueblo de mi familia. 

De los hechos sabía mucho, o eso creía al menos. Luego me percaté de que había tenido contacto con una parte ínfima de las atrocidades que se suceden día tras día en Colombia. De tanto preguntarme y entrar en contacto con personas más informadas que yo me vine a enterar apenas en el 2011 de que existía un Grupo de Memoria Histórica, un grupo que no sólo era un organismo estatal sino que había sido creado en el marco más inesperado: la controvertida Ley de Justicia y Paz, en pleno gobierno de Álvaro Uribe Vélez, ese gran divisor del país, ese negacionista del conflicto, ese señor que cree que la violencia puede acabarse con más violencia. Todavía me pregunto por qué (y ojalá algún día tenga la fortuna de sentarme a conversar con Gonzalo Sánchez a ver si me cuenta) se incluyó esta iniciativa en esa Ley, en ese momento, pero mientras lo descubro me conformo con saber que el Grupo ha hecho un trabajo de investigación serio, sensible y detallado que tiene en su informe general "Basta ya. Memorias de guerra y dignidad", la expresión más clara de un intento por explicar sin maniqueísmos ni parcialidades la historia intrincada y compleja de una guerra que ya va siendo hora de que se termine.

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